Monday, October 01, 2007

Con el orgullo mutilado,
recolecté de a poco los resto de amor y odio
que esparcimos al amanecer.
Te vi, tan dorado como siempre,
tan quietamente tendido,
tan incrustado a la luz del medio día
que ya invadía la habitación.
Me vi,
y te envidié,
te odié,
no podía sentir nada mas,
no me cabía mas despecho,
de tanto amor estrujado
y tan bien rechazado.
Me mordí la boca,
apreté los párpados,
me anudé los dedos
y salí,
en silencio,
con las lágrimas escondidas,
escurriendo bajo la piel.
No pude resistirlo,
volví,
mas que nada,
quería decir adiós.
Me moví en silencio hasta tu lado,
suavemente,
me acerqué,
sintiendo tu aroma cada vez mas cerca,
recordando caricias,
confesiones,
miradas,
sintiendo como agonizaba
la última fracción de dignidad que atesoraba.
Queriendo sentir tu barba en mis labios,
muriendo por acariciarte,
te besé en la mejilla,
¿A dónde vas?
preguntaste,
mientras me rodeabas con tus dolidos brazos.
Me voy,
dije,
justo antes de que se me quebrara la voz,
me zafé de ti,
me dí la vuelta,
se me cristalizaron los ojos,
se ahogaron.
Abrí nuevamente la misma puerta,
deseando como niña soñadora
que el próximo paso me llevara al otro lado del universo.
Te oí respirar fuerte,
yo contenía la respiración,
exhalaste un "gracias",
¿gracias?
¿gracias?
pensé
y toda mi pena retumbaba,
lenta,
aguda y creciente,
por todas partes,
mas fuerte,
Huí,
como de costumbre,
congelada,
caminé,
pensé,
reaccioné,
y encontré un solitario banco desocupado
en medio de la ciudad,
ahí,
rodeada,
lloré,
sola y rodeada,
lloré.

0 comments: